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viernes, 10 de febrero de 2012

Aspirantes a Geishas.

La ciudad de Shimoda está utilizando fondos públicos para evitar que la tradición de las geishas desaparezca. Tres jóvenes harán su debut en marzo mientras se preparan para lograr la "perfección absoluta".
Con unos cuantos pasos dubitativos y el roce del kimono por el tatami, rápidamente Awagiku logra hacerse con el ritmo, moviéndose de una manera casi cercana a la perfección tras una agotadora sesión de prácticas.

Ella es una de las tres jóvenes que acaban de empezar hace unos meses su carrera de aspirante a geisha.
Del éxito de este trío dependen muchas cosas. Si logran aprobar, no sólo habrán cumplido su sueño personal de acceder al reducido y selecto mundo de las artistas tradicionales de Japón, el “Mundo de flores y sauces” (“Flower and willow world”).
También forman parte de un ambicioso proyecto lanzado por la ciudad de Shimoda, que está utilizando fondos públicos para evitar que la tradición de las geishas desaparezca.
Shimoda, una ciudad balnearia en la costa pacífica de Japón, llegó a tener unas 200 geishas en la década de 1950.
Ahora sólo quedan cinco de ellas, en una ciudad que al igual que los otros enclaves costeros de esta idílica zona sufre la competencia de los viajes baratos al extranjero y el declive en el interés por la vida geisha entre las jóvenes niponas.
En marzo las jóvenes harán su debut oficial en un festival al que acuden miles de visitantes. “Todavía no son geishas”, dice Takashi Takahashi, funcionaria del departamento municipal de turismo. “Pero en cuanto estén preparadas haremos eventos y actos para que los visitantes pueden conocer la vida de las geishas y las escuchen tocar el shamisen en vivo”.
“No se trata simplemente de formar a tres jóvenes geishas”, añade. “Queremos preservar la música y el baile tradicional de Shimoda, y las geishas son las únicas aquí que pueden hacerlo. Sin ellas se perderá para siempre”.
Preservar esa herencia cultural implica dedicación, tal y como descubrieron las alumnas cuando comenzaron a aprender los movimientos de las geishas hace cuatro meses.
Durante el primer mes no tuvieron ni un día libre mientras se hacían con los “básicos” de la profesión: ponerse el kimono, tocar el shamisen y los tambores taiko, cantar y bailar.
“La posición de la espalda y todos los otros aspectos físicos tienen que ser absolutamente perfectos”, asegura Awagiku.
Iroha, otra de las alumnas, dice que “sobre todo me gusta bailar. Parece muy sencillo, pero es un trabajo duro. Sudo muchísimo. Mi familia pensaba que no sería capaz de aprender las rutinas de baile al nivel alto que se requiere para actuar en público”
Shimoda, a unos 100 kilómetros al suroeste de Tokio, en la punta de la península Izu, es más conocida por ser uno de los primeros puertos de escala de los “barcos negros” del comodoro Perry, que llegó a la isla en 1854 demandando a Japón que abriese su comercio internacional, tras más de 200 años de aislamiento.
También es el lugar en donde se instaló el primer consulado general de EEUU en Japón, aunque sólo duró tres años.
Tras la apertura de Yokohama al comercio exterior se trasladó a Edo, ahora Tokio. Mucho antes de que las tropas de EEUU llegasen a sus costas Shimoda ya era una importante escala para los barcos que cubrían la ruta entre Osaka y Edo.
Las geishas contemporáneas de Shimoda han sido contratadas a través de anuncios en la oficina local de empleo Hello Work.
La tercera de las aprendices es Rinka (todas tienen veintitantos años, pero manteniendo la tradición geisha no confiesan su edad), una joven china que se trasladó a vivir a Japón hace 10 años y acabó siendo vecina de su profesora, Nami, cuya poderosa voz prácticamente supuso una llamada vocacional para ella.
“Solía escucharla practicando por las mañanas y pensaba que su voz era preciosa”, dice Rinka. “Shimoda es ahora mi ciudad, y quiero comenzar mi carreta como geisha aquí”.
Awagiku, que dejó su trabajo como diseñadora, reconoce que el desastre del tsunami del año pasado hizo que se replantease su futuro.
“Hasta entonces no era realmente consciente de mis raíces”, afirma. “Siempre me ha interesado la caligrafía y estaba ansiosa por aprender sobre los kimonos, así que en agosto me decidí a presentar mi solicitud”.
Iroha llegó por primera vez a Shimoda hace cinco años como turista, y se quedó enamorada de la zona. “Vi por primera vez a una geisha y pensé que este debía de ser el lugar perfecto para ellas, para que vivan y trabajen”, recuerda. “Para mí son el epítome de la mujer y la belleza japonesa
Nami, una geisha veterana, y Chikako, una consumada artista que se encarga de la única oficina de geishas que queda en la ciudad, comparten su experiencia con las tres jóvenes con una mezcla de benevolencia y disciplina.
El entrenamiento es extremadamente duro. Si no se tiene un profundo deseo de aprender la profesión es imposible lograr hacerlo con éxito, incluso con algo tan simple como anudar el cinturón ‘obi’ del kimono”, admite Nami. 
“Cuando las chicas llegaron apenas les sonaban los ‘tabi’ [los calcetines partidos que se usan con el kimono]. Después de unas cuantas sesiones ya estaban todas sudorosas”.

1 comentario:

Raquel dijo...

Me parece muy interesante que hagan esto con este tipo de profesiones, ya que se está perdiendo debido a tantas cosas de la evolución.
Buen post ;)

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